CELESTINO MARTÍNEZ Y EL GRAN HOTEL
Hace más de un año, en una agradable reunión de amigos en la casa de campo del bueno de Diego Quevedo, mi amigo José Manuel Chacón alma mater de este proyecto me comentó que recopilando información sobre el Gran Hotel para el libro que estaba escribiendo, descubrió una historia que había sucedido unos días antes de la navidad de 1926. Un famoso comerciante de Murcia se suicidó en el edificio por contrariedades en sus negocios. En ese momento le dije que estaría dispuesto hacer ese trabajo para la expo. Con el paso del tiempo surgieron problemas y la verdad es que no me veía muy capacitado para hacerlo, pero gracias al tesón y convencimiento de mi amigo José Manuel se realizó... y me costó.
Gracias a todos los que hicieron posible este trabajo. Al actor protagonista de la historia Manuel Llamas, al otro actor Raúl Palacios, a Tejidos Santa Ana, Renfe Cartagena, Casino de Cartagena, José Muelas Cerezuela, Enrique Escudero, al propietario del vehículo de época Carlos Sánchez y a la magnífica ayuda de Carlos José Pérez en los efectos digitales. Y sobre todo a José Manuel Chacón por confiar en mí para este proyecto y por el apoyo recibido.
Gracias a todos los que hicieron posible este trabajo. Al actor protagonista de la historia Manuel Llamas, al otro actor Raúl Palacios, a Tejidos Santa Ana, Renfe Cartagena, Casino de Cartagena, José Muelas Cerezuela, Enrique Escudero, al propietario del vehículo de época Carlos Sánchez y a la magnífica ayuda de Carlos José Pérez en los efectos digitales. Y sobre todo a José Manuel Chacón por confiar en mí para este proyecto y por el apoyo recibido.
HABITACIÓN 47
Gran Hotel (Cartagena)
23 de diciembre de 1927
POR CONTRARIEDADES EN LOS NEGOCIOS, PONE FIN A SU VIDA.
Diario El Porvenir, 23 de diciembre de 1927
Poco antes de las cinco de esta mañana puso fin a su vida
arrojándose a la calle desde el balcón correspondiente a la habitación nº 47 del
primer piso, altura de un tercero, del Gran Hotel, el huésped del mismo D.
Felipe Sánchez Ruipérez de 52 años de edad, dueño de un establecimiento de
tejidos situado en la calle de la Platería en Murcia.
Anteayer había llegado a esta en el tren correo,
hospedándose como siempre que venia a Cartagena en el Gran Hotel, donde era
bastante conocido y estimado.
Nada anormal en la conducta del señor Ruipérez que pudiera
ofrecerla más leve sospecha de perturbación, se observó por los dependientes del
mencionado establecimiento.
A la hora de costumbre cenó y cuando saboreaba el café
anunció al criado que acude a la estación con el auto de viajeros, su propósito
de acudir a esperar aun señor de Valencia que había de llegar anoche en el
rápido.
Fue el señor Ruiperez a la estación, manifestándose un
tanto contrariado al ver que el viajero que aguardaba no se presentó.
De vuelta al Hotel se retiró a su habitación, hasta el
momento deponer en práctica su fatal resolución.
El primero en advertirla desgracia fué el sereno Antonio
Palas que inmediatamente avisó lo ocurrido al gerente del Gran Hotel don Ramón García.
Diose cuenta al juzgado, que se personó en la calle del
Aire, esquina a la plaza de Prefumo, donde yacía el cadáver del suicida, boca abajo
y en medio de un charco desangre.
La muerte debió ser instantánea.
El juez señor Fornies ordenó el levantamiento del cadáver.
En una camilla de la Cruz Roja y conducida por personal de dicha benéfica
Asociación, fué trasladado al depósito judicial, donde esta tarde le ha sido
practicada la autopsia.
En la habitación que ocupaba el suicida hallóse una carta
dirigida al Gerente del Gran Hotel.
Decía sencillamente: “Tomo esta resolución por
contrariedades en mis negocios”.
Con las precauciones del caso, diose conocimiento de la
desgracia a la esposa e hijas del señor Ruipérez, residentes en la capital,
ocultándoles la gravedad del suceso.
Después de las once llegaron de Murcia dos de las tres
hijas del suicida acompañadas del encargado del establecimiento de tejidos del que
era dueño aquel.
También llegaron los comerciantes de la capital señores Cerdá,
Carrillo y Medina.
Estos han realizado gestiones cerca de la autoridad
judicial para llevarse a Murcia el cadáver del señor Ruiperez.
Esta tarde supieron las pobres huérfanas la inmensidad de
su desgracia, mostrándose inconsolables.
Hemos sabido que la situación económica del señor Ruiperez
era verdaderamente ruinosa y se veía agobiado por unos pagos que había de hacer
efectivos a últimos del presente mes.
¡Dios se haya apropiado de su alma!
Fotografías de José Barros de la inauguración
